¡¡Comienza la Temporada!!

Calma. Un cielo azul. Luce el sol sobre Melbourne. El asfalto negro refleja sus rayos como espejismos lejanos. Las gradas, llenas. El habitáculo se antoja demasiado pequeño, “sobreprotector”. El volante es la única válvula de escape. Agarrarlo, la única manera de mantener la calma. Presionar su duro cuerpo inundado de palancas y botones. Los semáforos aún descansan. La concentración llega a tal extremo que todo se hace silencio: los gritos de los aficionados, el ruido de los motores, los obturadores de los fotógrafos… Todo parece transcurrir a cámara lenta. Nada existe ahora. Sólo con los ojos cerrados se alcanza el equilibrio perfecto entre calma y concentración. Los miles de kilómetros de entrenamientos, las noches en vela en la fábrica, las tácticas ensayadas hasta la saciedad con el director deportivo, las cábalas sobre las nuevas normas, el KERS, los alerones, las restricciones, las polémicas… Todo es un enorme lastre que se sitúa en un espacio imaginario entre el volante y el asiento del monoplaza. En medio de tanta tecnología, aleaciones, cables, ingeniería, informática… un corazón latiendo a ciento treinta pulsaciones por minuto. Ese es el corazón que, pese a todo, sigue alimentando este deporte, por mucho que nos vendan que esto es sólo un banco de pruebas para coches; es mentira: hay más; esto es un deporte. Los guantes vuelven a apretar. Sudor. Adrenalina. Hoy es un buen día para cambiar la Fórmula 1.

Via | TheF1.com